Ante un paciente que consulta por un dolor torácico
crónico y estable, el médico debe responder a dos preguntas básicas: ¿qué
probabilidad tiene este paciente de que se trate de una angina de pecho? y
¿cuál es la mejor forma de confirmar o descartar el diagnóstico?
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El diagnóstico de la angina es clínico y se
caracteriza por una molestia en la zona retroesternal que puede variar desde
cierta pesadez a un dolor intenso, sin que haya una relación directa entre el
grado de malestar y el grado de isquemia subyacente. De forma típica, la angina
aparece con el ejercicio o en circunstancias que aumentan el trabajo cardiaco,
como el estrés emocional, el frío intenso o una comida copiosa, dura unos pocos
minutos y cede con el reposo o tras la toma de nitroglicerina. Estos tres
criterios (localización retroesternal, su relación con el ejercicio y la
desaparición con el reposo o la nitroglicerina), los describieron Diamond et
al en 1979 y posteriormente se tradujeron a los términos de angina típica si
tiene las tres características, angina atípica si tiene dos y dolor torácico no
anginoso si sólo tiene una o ninguna. Esta clasificación no es puramente semántica,
ya que, en combinación con la edad y el sexo del paciente y de acuerdo con los
resultados del estudio CASS y otros posteriores, permite determinar la
probabilidad de que haya una enfermedad coronaria subyacente. Estas cifras,
denominadas probabilidad pretest de enfermedad coronaria, se describen en la
Tabla 1, están disponibles en los portales de las principales sociedades
cardiovasculares y se han incorporado a calculadoras electrónicas para
ordenadores o dispositivos móviles.
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